En sus orígenes, que según algunos descubrimientos arqueológicos podría encontrarse en el año 3.000 a.C., las semillas de girasol eran utilizadas molidas y mezcladas con otras semillas (calabaza, maíz o habas) para hacer una especie de panes o tortas. También se cree que se extraía su aceite para otros usos, como su aplicación en la piel o el cabello.
Entre sus propiedades están:
- Son ricas en ácidos grasos, sustancias que son importantes en la prevención de problemas cardiovasculares.
- Por su alto contenido en Potasio, es un alimento que no suele faltar en las dietas de los deportistas. El potasio está involucrado en el mantenimiento del equilibrio normal del agua en el cuerpo y el equilibrio ácido-base, determinado por el ph del organismo.
- Dado su aporte de calcio y magnesio (mineral que ayuda al calcio a fijarse en los huesos), tampoco suelen faltar en las comidas de las personas con problemas óseos.
- Son ricas en vitamina E, por lo que ayudan a nutrir la piel a la vez que tienen propiedades antioxidantes. Además, la vitamina E interviene en los procesos de fertilidad.
- Aportan fósforo, que juega un papel importante para el buen funcionamiento cerebral y que además, interviene en el mantenimiento de los huesos y los dientes.
- Aportan hierro de fácil asimilación a nuestro cuerpo. 100gr de semillas de girasol contienen 6,64mg de hierro, siendo la CDR 10-15mg.
¿Cómo introducirlas en nuestra dieta?
Las semillas de girasol las podemos consumir crudas (preferiblemente para que conserven sus propiedades) en ensaladas, cuando hacemos pan casero, toda clase de platos, pizzas, cereales de desayuno, patés de frutos secos, germinados o como aperitivo... y todas las combinaciones que se os ocurran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario